En donde intentaba pescar besugo pero atrapé un tiburón – B
Entonces, un mes pasó cuando…
En la sala de instalación del Orbe de Transmisión Real, me hallaba manteniendo una reunión con una cierta persona quien tenía su figura proyectada en el casi-receptor. Una chica ataviada con un vestido de un muy puro blanco el cual envolvía sus simétricas líneas del cuerpo, aparecía en pantalla; su hermosa cabellera dorada era esponjosa y ondulada, de manera que su cabello podía recordar al peinado de Yurufuwa Wave; además de tener la misma edad que yo. Tenía las mismas facciones de la cara que su imouto (hermana pequeña), pero con los ojos de niña que ostentaba, cuando parpadeaba, daba una completa diferente impresión.
Una excepcional bella chica. Sinceramente, me encontraba rodeado de diferentes tipos de bellezas —Liscia, Aisha y Juna-san— por lo que creo que tengo buen ojo para esto. No obstante, la sola mirada a su persona me hacía pensar que era una muy hermosa chica. Y entonces, esa bella muchacha empezó a hablar.
«¿Cómo va todo, Souma-dono, es un placer conocerle. Soy María.»
Ella era la Santa Doncella del Imperio, la Emperatriz del Gran Imperio del Caos, María Euforia.
«Hola, ¿María-san? Soy Souma Kazuya.»
«¿A qué viene esa interrogación?»
«Nada, quería hablar así por alguna razón.»
Su inclinada cabeza era muy linda…. qué sucio jugaba.
«Me encuentro jubiloso por esta reunión, María-dono, ya que he estado esperando tener una larga y tendida conversación algún día con usted.»
«Yo también lo deseaba. Las habilidades de Souma-dono se han hecho famosas incluso en el Imperio.»
«Aun así, mis habilidades…. se deben a la ayuda de mis excelentes subordinados.»
«Es tan modesto. Los buenos sirvientes siempre aparecen bajo el amparo de un sabio gobernante.»
Esa diplomática formal conversación continuó por un corto tiempo. Aún sin palabras interrogativas, intenté tantear la naturaleza de María. Su amistosa y sonriente apariencia que tenía mientras hablaba era la misma definición de muchacha pura. Era tan deslumbrante, que me hizo a mí —quien intentaba descubrir su verdadera esencia— sentir culpable. No obstante, a su vez, me vino a la cabeza un pensamiento: si fuera una chica “solo pura” no podría haber tenido la capacidad para gobernar el enorme imperio.
«Por cierto, ¿Souma-dono?»
«Sí, ¿de qué se trata?»
«Acerca de Amidonia, ¿qué es lo que verdaderamente planea?»
Tenía los ojos ligeramente entrecerrados. Simplemente eso hacía que me sintiera más amenazado de lo que estaba. Y aunque sus labios sonrieran, podía ver que estaba considerablemente enfadada….. No obstante, bueno, era inevitable. Dado que el asunto de esta vez des del punto de vista del Imperio, era cercano a la traición.
«Cuando Jeanne me informó sobre los resultados de las negociaciones, me encontraba maravillada de poder conseguir un confiable aliado en el este. Sin embargo, ¿podría ser esto un malentendido?»
«Aún a tiempos de ahora, seguimos siendo aliados del Imperio. Podría parecer una excusa, pero esta vez todo ha resultado en una situación fuera de nuestras expectativas.»
«Por así decirlo, ¿no es esto algo planeado por el Reino?»
«No negaré que tenía un pequeño plan bajo la manga. No obstante, nunca habría esperado que resultara en todo esto. A decir verdad, esta situación me está dando dolores de cabeza.»
Afirmé mientras me rascaba la cabeza, y el enfado de María disminuyó.
«¿Podría recibir la detallada explicación?»
«Por supuesto. Permítame empezar haciendo un resumen: el Reino, al final, ha sido víctima de las burlas de una sola chica. Actuando bajo nuestras predicciones, quizás podría decirse que la persona que ha obtenido el mayor beneficio, sería esta chica…»
◇ ◇ ◇
Hace dos meses, en el momento del retorno de Van a Amidonia (para ser precisos, hacía solo un mes del retorno, cuya información estaba sacada de un informe de la vigilancia de la Escuadra de los Gatos Negros acerca los movimientos de Amidonia).
La capital, Van, y sus tierras circundantes habían sido devueltas mediante pedir prestada la autoridad del Gran Imperio del Caos, y la primera cosa que el presente Príncipe de Amidonia —Julio— había hecho era quitar las influencias que el Reino de Elfrieden había dejado. Los diferentes cambios que habían ocurrido bajo el mandato del Reino fueron erradicados, por lo que Van volvió al estado previo. Quizá Julio no pudiera soportar el olor persistente de la gobierno del Reino, que solo había podido ser devuelta mediante la resignación absoluta al Imperio.
Para tener una administración estable, los efectos de la administración previa debían ser limpiados. La política en sí no era mala. Sin embargo, todo tenía una prioridad. Naturalmente, lo primero que se debía hacer era consolidar la base. La sucesión de autoridad necesitaba obtener una tutela adecuada mientras el gobernante anterior aún estaba vivo, dado que si eran incapaces de hacer eso, serían desdeñados en calidad de pipiolos por los súbditos. Por lo tanto, en un país donde la dictadura era fuerte, esa consolidación de las bases era muy importante. Sin embargo, Gaius se había encontrado con una muerte repentina y Julio no había podido hacer este paso del que estamos hablando. Por esta razón, debería haber concentrado toda su atención en consolidar su base. Y, aun así, Julio había puesto como prioridad eliminar las influencias del Reino.
En primer lugar, Julio había puesto un decreto para prohibir a las personas ver las Reales Transmisiones en la totalidad de Amidonia. Y por supuesto, las paraditas que se nutrían de ese hecho, fueron todas desmanteladas (pero dado que los vendedores conocían bien el carácter de Julio se habían marchado antes, resultando todo en solo poder desmontar vacías tiendas). Me pregunto cómo vieron los ciudadanos de Amidonia el hecho del desmantelamiento de las paraditas en la plaza, considerando que se trataba de un mercado ya establecido.
Por otra parte, justo como había augurado, destruyó Julio los puentes que había construido en las afueras de Van y que tenían los nombres de mis súbditos. Bueno, desde el punto de vista de defensa, deberían haberse detenido en la destrucción de los puentes que ayudaban el ataque al Reino, pero lo destruyó todo justamente porque «eran cosas hechas por el Reino», lo cual era un muy negligente movimiento. Y La interrupción de las redes de transporte eran cuestiones de vida o muerte para la gente. Para los vendedores ambulantes y comerciantes, las carreteras eran una propiedad. Tanto lo supiera Julio como si no, Maquiavelo había dicho no hacer eso dado que incitaría al odio: «no pongas las manos en las mujeres de los ciudadanos y propiedades» y él, lo había hecho.
Además, no había dado ninguna ayuda a los ciudadanos, como por ejemplo la comida de emergencia que había sido distribuida bajo el amparo del Reino, y había incrementado la moral pública, especialmente prohibiendo a las mujeres de disfrutar de la moda y la próspera cultura artística que se había extendido por toda Van… y en muchos otros lugares. Había oído que la casa que tenía la lorelei dibujada en la pared había sido incendiada por los soldados. Y con la libertad que se les había dado y ahora volvía a ser robada, los ciudadanos de Van empezaron a clamar:
«Los tiempos con su majestad Souma eran mejores.»
«Cuando éramos el territorio del Reino, no teníamos que vivir bajo este sufrimiento.»
«Aun cuando los niños finalmente tenían sus comidas…»
«¿Por qué Julio atesora menos los ciudadanos que un rey extranjero?»
«Me pregunto si podría su majestad Souma ocupar Van otra vez…»
Tales opiniones y miradas rencorosas apuntaban al castillo de Van. Bueno, había algo que no era culpa de Julius entre sus resentidas quejas. En primer lugar, el Reino de Elfrieden y el Principado de Amidonia diferían en población, tamaño del territorio y condiciones económicas. Podría decirse que era irrazonable para el Principado de Amidonia el hecho de dar las diversas ayudas que el Reino había dado. Sin embargo, los ciudadanos no entendían ese punto. Así que, al final, cuanto más Julio intentaba borrar el color de Elfrieden había dejado en Van, más se alejaban estos de él.
◇ ◇ ◇
Entonces, ¿qué pasaba con las regiones circundantes a Van y a las afueras? En estas también, no le salió bien. Justo como he dicho anteriormente; ya que Gaius había muerto repentinamente, eso había impedido la sucesión de la autoridad, por lo que los nobles desdeñaban a Julio. Y ese “desdén” se veía plasmado en dos formas. La primera era «qué pasa con la Casa Real, ¿por qué tengo yo que inclinar la cabeza a ese neófito?», lo que vendría a ser el llamado tipo de desprecio de «mirar bajo el hombro». La otra venía a raíz del pensamiento de: «esa persona es inexperta en gobernar, por lo que tendré que arreglármelas solo» lo que vendría a ser la forma de desdén de “no se puede contar con la otra parte”.
En la práctica, entre los nobles y caballeros del territorio de Amidonia, esa última forma era la más recurrente. Para empezar, en un sistema feudal, se otorgaba fidelidad por la compensación de territorios o propiedades del gobernante. Y si el gobernante no tenía poder para hacerlo, los súbidtos debían proteger su territorio y propiedades con sus propias manos. Y no por el beneficio del gobernante, sino por sus propios beneficios.
Le había enseñado a Julio las palabras de Maquiavelo «aquel país que se obtiene con dificultades es fácil de gobernar, y ese país que se obtiene sin dificultades es difícil de gobernar» y efectivamente, Julio, quien había obtenido Van fácilmente al tomar prestada la autoridad del Imperio, sufrió dificultades.
Y aunque haya mencionado que Julio había decretado la prohibición de ver la Transmisión con el Orbe Real, solo Van y las regiones circundantes lo acataron. En las otras regiones estaban en plan «¡Un decreto hecho en la capital del Principado no tiene nada que ver conmigo!» y así siguieron viendo las transmisiones (por cierto, ya que había predicho esto, había seguido transmitiendo programas de entretenimiento a Amidonia).
Y ya que no podían confiar en el gobierno central, cada ciudad empezó a reunir soldados o mercenarios. Teniendo en cuenta que en aquellos momentos, el Reino estaba disolviendo el Ejército de los Tres Duques y el Ejército Noble y los estaba reorganizando en el Ejército Unido, lo que estaba ocurriendo en Amidonia era exactamente lo contrario a la situación del Reino. El hecho de que los señores feudales regionales hicieran sus propios ejércitos no eran algo que Julio pudiera ignorar, pero si los reprendía, existía el riesgo de que los señores empezaran a rebelarse uno tras otro. Sin embargo, si solo se miraba los resultados, esta era una oportunidad de limpiar todo el pus.
Maquiavelo había señalado que ese era el momento para usar la crueldad. Incluso si se rebelaban, lo que se tendría que hacer era destruir cada fuerza hostil una por una, así luego se podría ejercer la autoridad sobre los otros que todavía estuvieran indecisos. Sin embargo, Julio no hizo eso. Tal vez estaba dejando que los perros descansaran, o tal vez temía que su número reducido de soldados por la última derrota se reduciera aún más. No podía saber la razón de esto. Sin embargo, aquella falta de políticas fuertes fueron el primer desencadenante hacia el atolladero del que no podría escapar.
Hace un mes, o un mes después del retorno de Van, hubo una rebelión de los ciudadanos en el noroeste de Amidonia.
◇ ◇ ◇
El ímpetu que había en pos de la rebelión se había originado a partir de la escasez de alimentos, que también había tenido el Reino, aunque la falta de víveres en esta región era peor. La región noroeste de Van había sido el terreno más severamente afectado; el número de muertes por inanición había alcanzado un nivel inaudito de varias cientas de muertes. Los ciudadanos pidieron por consiguiente ayuda al señor feudal, pero el lord hizo caso omiso, ya que para proteger la región se necesitaba comida, destinada obviamente a los soldados encargados de proteger las tierras. No obstante, la reacción de aquel noble fue la razón por la que la rabia de los ciudadanos explotó, y atacaron su mansión.
Los soldados se reunieron para proteger al señor feudal y el territorio cayó en una situación en la que debían oponerse a los rabiosos plebeyos en busca de venganza. Sin embargo, la mayoría de los soldados reunidos habían estado dejándose las pieles por una mísera comida, por lo que cuando se enfrentaron a sus compatriotas ciudadanos rabiosos, terminaron huyendo en todas las direcciones. Y los escurridizos nobles lograron llegar a la capital del Principado, donde apelaron a la ayuda de Julio para que acabara con la rebelión, ya que si la rebelión se prolongaba, la insatisfacción latente en cada territorio podría convertirse en un fuego candente que podría arrasar con todo.
Julio entonces pensó que los nobles se conformarían con él si mostraba su autoridad y fuerza en aquellos momentos y, con ese juicio, dirigió el ejército central embarcándose personalmente para reprimir la rebelión. Como los plebeyos no tenían maneras para oponerse a aquel ejército nacional, la rebelión fue gradualmente suprimida, y el espantoso espectáculo donde cadáveres de campesinos se encontraban esparcidos por todas las aldeas rebeldes empezó a extenderse mucho por la la región noroeste. Y aunque Julio finalmente había reprimido la Rebelión de la Región Noroeste poniéndole a esta fin, este recibió aun así un estremecedor informe.
Durante su ausencia, los ciudadanos de la Capital del Principado de Amidonia, Van, se habían rebelado y ocupado la ciudad, quienes además habían enviado mensajeros para jurar lealtad al Reino de Elfrieden en adición a la solicitud de refuerzos, cosa que el Reino había aceptado— lo que hizo que en inmediatamente enviaran su ejército. Y otra vez, Van y sus alrededores fueron ocupados.
◇ ◇ ◇
«Y entonces…. ocupó Van como resultado.»
«Ciertamente. Ya que había sido una solicitud de sus habitantes.»
María me hizo una mirada como exigiéndome una explicación, por lo que asentí con calma. Por supuesto, el levantamiento de los ciudadanos de Van había dado a lugar debido a la incitación de la Escuadra de los Gatos Negros dirigido por Kagetora. Se habían ocultado en las proximidades de Van, observando la progresión de los acontecimientos, y mientras lo hacían iban haciendo conexiones con las personas con influencia de la ciudad, eligiendo pues, la hora en que tenían que rebelarse los ciudadanos a su propia discreción. Por eso había pasado poco tiempo entre que el mensajero nos viniera a jurar lealtad y yo reocupara la ciudad, ya que había desplegado mis ejércitos anteriormente al borde del anterior Ducado Carmine.
«En la Declaración de la Humanidad es manifiesto que está prohibido cambiar las fronteras nacionales haciendo uso de la fuerza. Así, si las fronteras de Amidonia cambian, sería pues una violación a la Declaración de la Humanidad. Y si eso pasara, el Imperio, la nación líder, deberá intervenir entre los países otra vez. Y el Reino, quien ha movido sus ejércitos a Van haciendo caso omiso a nuestra Declaración, también, tendrá que ser amonestado severamente.»
«¿Ah, ¿sí? ¿Puedes?»
María de repente guardó silencio con tal breve comentario.
«La Declaración de la Humanidad también reconoce el derecho de las personas a la autodeterminación. Si los ciudadanos de Van y sus regiones circundantes desearan cambiar la lealtad que tienen a Elfrieden, ¿no debería el Imperio como el líder de la Declaración de la Humanidad reconocer ese derecho a la autodeterminación y darles el apoyo que necesitan?»
«………..»
Seguramente María entendía esto. Por eso no había dicho nada más. Y viéndola comportarse así, di un pequeño suspiro y de forma directa le informé de un asunto.
«Esta es la razón por la que el Reino no ha querido participar en la Declaración de la Humanidad.»
◇ ◇ ◇
《Declaración del Frente Unido Anti-demonio de la Humanidad. Las tres principales cláusulas.》
En primer lugar, no se reconocerá el cambio de fronteras realizados por conflictos humanos.
En segundo lugar, se deberá respetar los derechos a la igualdad y la autodeterminación de todos los pueblos dentro de cada nación.
En tercer lugar, aquellos países que estén alejados del Territorio del Señor Demonio deberán apoyar los países cerca dicho territorio, ya que estos hacen de baluarte a las tropas del Rey Demonio.
Idealmente, estas tres cláusulas eran realmente encomiables. No obstante, existía una contradicción entre estas tres cláusulas que incluso el Imperio no se había dado cuenta. Ciertamente, si acataban rígidamente dichas tres cláusulas entonces estas podrían evitar un conflicto «externo» transfronterizo. Sin embargo, si se trataba de un problema que sucedía “internamente”, entonces este tratado haría cualquier movimiento imposible.
Aplicando este tratado a la situación de Van, si el derecho de los ciudadanos a la autodeterminación tuviera que ser reconocido, aquellas naciones miembros de la Declaración de la Humanidad tendrían que admitir el derecho que a los ciudadanos de Van (y a todos los ciudadanos) les era reservado, el cual era el derecho a la autodeterminación. Sin embargo, esto significaría que habría un cambio fronterizo en Amidonia, por lo que no querían reconocerlo. Además, estaba también la cuestión de si el independizado Van formaría parte de la Declaración de la Humanidad o no, cosa que en caso contrario, no podría aplicarse el razonamiento anterior. Pero si Amidonia reprimiera la independencia que Van deseaba, entonces Amidonia, como nación miembro signataria, podría ser atacada por no reconocer el derecho de los ciudadanos a la autodeterminación. Por lo que, en otras palabras, aquellos países que fueran miembros de la Declaración de la Humanidad acabarían en una situación en la que sería imposible tomar cualquier movimiento.
Quizás haya personas que estén pensando por qué el Imperio no se había dado cuenta de esto. Sin embargo, esto era algo que había sucedido realmente y había pasado desapercibido. Al fin y al cabo, era una cosa que “incluso los ciudadanos del siglo XX no se habían dado cuenta”.
«¿Has oído hablar del cuento en el informe de Jeanne-dono?»
«……Sí. Ciertamente, una historia sobre gente que tenían miedo de ser arrastrados a un conflicto entre dos dioses por lo que hicieron unas reglas para evitar la guerra, ¿no?»
El cuento dice así: una vez, el Dios del Este dijo: «el mundo tiene que ser igual» pero el Dios del Oeste le contestó: «no, el mundo debería ser libre». Y una época donde los países que creían en estos dos Dioses se miraban el uno al otro se cernió sobre la población, y los países que se encontraba en los límites del conflicto entre los dos dioses, crearon un acta junto con numerosos países orientales y occidentales para que no fueran arrastrados a ese conflicto. Este acta consistían en lo siguiente.
En primer lugar, dejar de cambiar las fronteras haciendo uso de la fuerza.
En segundo lugar, dar los derechos a la gente para que así puedan decidir por ellos mismos.
En tercer lugar, ser amigos entre tanto occidente y oriente y tener un intercambio cultural entre los países de dichas dos regiones.
«Lo he escuchado de Jeanne. Verdaderamente se parece a la Declaración de Humanidad. Tengo curiosidad acerca del fin de ese cuento. ¿Cómo el mundo actuó después de hacerse tal pacto?»
«Por un tiempo… no hubo problemas. Pero pronto el Dios del Este se fragmentó y así, la balanza de poder se rompió, las tensiones desaparecieron, y ambas facciones evitaron la guerra total.»
«Entonces…… acabó bien, ¿verdad?»
«Sí, por un tiempo. Sin embargo, en un cierto país multiétnico, hubo un determinado grupo racial que se alzaron en armas solicitando la independencia. Si la independencia del grupo étnico no fuera reconocida, entonces sería violado el derecho de autodeterminación de las personas. No obstante, si reconocían la independencia, habrían de reconocer un cambio fronterizo mediante la fuerza. Esa contradicción, obligó a aquellos países que habían hecho el acta, incapaces de tomar medida alguna.»
«Justo como el Imperio, ¿verdad?»
Asentí firmemente la pregunta de María. Quizás os habréis dado cuenta, pero este cuento estaba sacado de la historia de la Tierra. El Dios del Este, quien decía que “la humanidad tenía que ser libre” era el capitalismo. Los países que creían en esos dioses y que se miraban el uno al otro eran aquellos países de la Guerra Fría— tanto el este como el oeste. Así, las naciones que se habían reunido para discutir cómo evadir la guerra eran los países participantes de la Conferencia de la Seguridad Europea, lo que sería más tarde “la Conferencia sobre la Seguridad y la Cooperación en Europa” (CSCE). y aquel mandato que decidieron era el llamado Acta de Helsinki.
La razón por la que reconocí de inmediato la contradicción de la Declaración de la Humanidad era porque sabía sobre ese Acta de Helsinki a la que se parecía. Ya que, para acceder a la universidad, tenía que saber sobre historia moderna. Es por eso que sabía que el Acta de Helsinki, la cual había dado muy buenos resultados en la guerra fría, había más adelante no servido para nada cuando se tuvo que tomar acción sobre los serbios y croatas en el anterior país de Yugoslavia.
«¿……Es esta la trampa de la Declaración de la Humanidad que Souma-dono había mencionado?»
Preguntó María con un tono de reproche.
«Sí. Esta contradicción latente en la declaración es letal para un país multirracial como nosotros. Por eso, el Reino no ha podido participar en este tratado.»
Esto puede sonar cruel, pero para un país donde había primacía de una sola raza, como Amidonia, este no era un problema particularmente grave. Si desde un principio, las posiciones de poder que ocupaban las otras razas eran pocas, o si a nivel de población, los números eran escasos, no habrían tenido la oportunidad de independizarse a nivel nacional. Por otro lado, para un país donde numerosas razas coexistían, esto era peligroso. Si el gobierno era fuerte, entonces no habría problemas, pero en caso de que ese gobierno se debilitara, podrían considerar la separación, es decir, la independencia. Y aunque en estos momentos parece estar todo bien, nadie sabe acerca de mañana. Justo como Maquiavelo había aconsejado: «es necesario siempre estar dispuesto al cambio.»
«Esta declaración es verdaderamente dolorosa. Dado que nuestro Imperio es también un país multirracial.»
…… Ciertamente. Dado que el Imperio es fuerte en el presente, no hay inconvenientes. Además, en la situación actual, donde el Territorio del Señor Demonio ha invadido el norte, no hay país más seguro que el Imperio, la nación más poderosa de la humanidad. Era impensable que hubieran razas o nobles dentro del Imperio que quisieran cambiar eso. No obstante, si el gobierno no fuera bien, o si la amenaza del Rey Demonio desapareciera, ¿qué le pasaría al Imperio, el cual era el país líder de la Declaración…?
«María-dono….»
«Lo sé. No obstante, no es momento para rendirse.»
En cuanto dijo eso, sonrió con unos ojos que contenían una fuerte determinación.
«Aun si este es un camino que no lleva más que ruina, seguiré creyendo que el Imperio es el rayo de esperanza que ilumina a las personas que viven hoy. Es evidente que para oponerse al Territorio del Rey Demonio, la humanidad tiene que ir de la mano. A pesar de que sea por solo unos instantes, el Imperio levantará las banderas para unir los corazones de la gente.»
«……. Creo que sé la razón por la que te llaman la Santa Doncella.»
Creo que esta es una forma de pensar ingenua e idealista, pero este tipo de palabras atraen a la gente. En estos momentos, los verdaderos éxitos tienen que venir, pero aun así, esta chica sigue estando determinada a promocionar sus ideales. Era peligroso, pero también lo quería ver. Tal carisma poseía María.»
(Jeanne-dono tampoco seguramente haya podido parar de preocuparse, ya veo…)
Recordé la imouto general era más realista que su hermana, pero en cuando lo hice, pude escuchar la voz de Hakuya que dentro de mi corazón, me decía con una vena saliente en su cabeza: «¿es eso algo que puedas decir tú?»
Entiendo que las circunstancias llevaron a la reocupación de Van. Creo que por ahora, parece que no haya ninguna fallo por tu parte. «Incluso si, por ejemplo, hayas estado haciendo algo por detrás.»
María lo negó con la cabeza mientras se recomponía. Fumu, parece había estado sospechando las movidas de la Escuadra de los Gatos Negros en el alzamiento en armas de Van. El por qué ella no hubiera exigido explicaciones de esto podría ser porque el Imperio también había realizado también operaciones de inteligencia. También con Amidonia. Entonces continuó con sus palabras.
«Pero Souma-dono, hay una cosa que no entiendo.»
«¿El qué?»
«¿Por qué no el Reino ha anexionado la totalidad de Amidonia?»
«……..»
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