Como soberano C – Crimen
En la residencia de un noble de alta alcurnia, doce sombras mantenían una conversación en secreto.
«¿Qué piensas de esta reunión?»
«De los tantos nobles que hay, nosotros catorce hemos sido los que nos hemos reunido. Así que probablemente… el Reino también lo haya notado.»
«Hay informes de perros de la mano negra husmeando.»
«Entonces el objetivo de esta asamblea es…»
«Una advertencia, supongo.»
«¿Una advertencia? ¿No crees que podría ser una trampa?»
«Je, je, je. A diferencia de los rebeldes y además corruptos nobles, nosotros no hemos dejamos evidencia alguna. Ni el Rey ni la mano negra pueden juzgarnos.»
«Ya veo… es por eso que nos están dando esta advertencia.»
«En efecto. Con lo de «mañana será vuestro turno» nos quieren mantener a raya.»
«Dos de los Tres Duques han sido derrotados y los nobles que no participaron en la guerra han perdido su influencia. Si el Rey pudiera silenciarnos, no habría más obstáculos para su gobierno.»
«Hmph… así que todo está yendo como él quiere.»
«Pero por otro lado, puedes decir que esto es todo lo que nos ha podido hacer.»
«Ku ku ku [1] , correcto. Por eso debemos estar tranquilos por ahora. Necesitamos evitar despertar su ira y actuar en la medida de no darle razón alguna para castigarnos. Más bien, deberíamos mostrar cooperación con los planes del Rey.»
«Qué molestia.»
«¿Qué…? Esto no va a durar mucho tiempo. Sin obstáculos, el joven Rey implementará sus políticas mucho más rápido que antes. Y seguro que habrá personas que rechazarán tales cambios. Lo que debemos hacer es apoyar a esas personas desde las sombras, y en cuanto el rey más las acalle, más se verá como un tirano, y así, se dará a cabo una rebelión.»
«Por lo que crees que no va a durar mucho.»
«Ciertamente. En cuanto dicha rebelión pase, lo que podemos hacer es simplemente aposentar en nuestro lado alguien que nos facilite las cosas.»
«Para luego recuperar ese reinado pacífico que queremos, como el que tuvimos bajo el rey Alberto.»
«En estos momentos, el Rey tiene influencia. Lo que tenemos que hacer es evitar ser comidos por esta influencia. Dejar que se acabe. Así, en cuanto llegue el momento….»
«¿Qué hacemos con las casas Javana y Saracena? Los líderes de estas cambiaron, ¿verdad?»
«Hay que dejarlos en paz. Incurrieron en el desagrado del Rey volviéndose incapaces de mantener sus propiedades. Nada que podamos hacer al respecto.»
«Naturalmente. Bien, caballeros, espero que todos nos atengamos a lo que decidamos hoy.»
«Sí. Por el regreso de nuestra era.»
««Por el regreso de nuestra era»»
◇ ◇ ◇
Ni siquiera me sentí perturbada en cuanto supe que el Duque Carmine había muerto en la cárcel.
Solo murmuré un breve «¿en serio…?». Y aunque alguien al que admiraba como a un padre o mentor había muerto, mi corazón se sentía tan en paz que me había sorprendido de mí misma. No es que no estuviera triste, quiero decir, estaba tan triste que sentía que mi pecho se dividiría pero, sin embargo, seguía comportándome como lo haría mi “yo” normal. Creo que… esto seguramente se debía a que tenía el presentimiento de que sucedería.
Sucedería que el duque Carmine elegiría atrapar toda la gente nociva de este país y destruirla junto a él mismo, y que Souma no dejaría que aquella resolución suya resutara un desperdicio.
Georg Carmine era un gran hombre al que respetaba y admiraba. Fuerte, noble, y para mí, un militar que se merecía que se luchara en su beneficio. Lo tenía puesto en un pedestal. Pensaba que debía convertirme en una persona como él.
En cuanto a Souma… él era alguien que había decidido apoyar por voluntad propia. No podía decir claramente lo que sentía por Souma, ya que siempre he tenido una vida sin nada parecido a cosas como el amor (como miembro de la realeza, estar casado por conveniencia política es un hecho, así que nunca me había hecho ilusiones sobre el matrimonio), pero al ver las caras de Aisha —que estaba llena de sonrisas cuando se había convertido en la segunda Reina Consorte— y de Juna al sonreír cuando le había anunciado que algún día la recibiría (como consorte real), hizo que algo me atravesara el corazón, como una aguja.
Estas habían sido las decisiones de los dos hombres que apreciaba. Incluso si era difícil, incluso aunque se tratase de algo desgarrador, no podía excusarme de sus decisiones si no era capaz de aceptarlas. Me había propuesto creer en lo que habían decidido; por eso no me había quejado cuando Souma me había comunicado sobre la muerte del duque Carmine. Ya que eso no sería lo que el duque Carmine hubiera querido. Por lo que lo único que haría sería presentar mis respetos al duque de la manera más magnífica posible al lado de Souma, como siempre.
Así pues, continuaré creyendo en Souma a partir de ahora. Cualesquiera que sean las decisiones que tome, las aceptaré y estaré a su lado. Hoy era el día en que juzgaríamos al duque Vargas y Carla. Todavía una parte de mí quería salvar a Carla como amiga que es, pero he decidido aceptar todo lo que Souma decidiese. Es decir, sin importar cuán triste fuera el resultado.
…y aun así…
Di, Souma. ¿Por qué parece que estés tan dolido?
◇ ◇ ◇
La Gran Plaza de Parnam se encontraba envuelta en un extraño estado de ánimo. El padre e hija, Castor y Carla, pronto serían juzgados aquí, en este lugar. A petición de Ecksel, que había obtenido un servicio distinguido en la última guerra, el derecho a juzgarlos había sido retirado del comité de deliberación. No era un acto digno de elogio, sino que todo se había visto forzado a ser así por presión de Ecksel. Por ese motivo, Souma se vio en la situación de tener que él mismo ser el juez.
La disposición básica en la mesa no era muy diferente a la de la audiencia del otro día. Souma se encontraba sentado en el asiento de honor, una silla bastante elegante, a pesar de que no era el trono. De pie a su izquierda y derecha nos encontrábamos Aisha y yo. La posición de Aisha no era la que siempre ponía, un paso atrás de él, sino justo a su lado, cambio que se debía a su candidatura como Reina Consorte. Inevitablemente, porque se encontraba al lado de Souma, que atraía la atención de todos, las miradas también recaían sobre ella. Parecía estar bastante tensa…
Y en la posición de las personas que solicitaban audiencia, estaban el ex mariscal de la Fuerza Aérea Castor Vargas y su hija Carla, arrodillados con sus manos atadas detrás de las espaldas. Parecían haberse resignado por completo, ya que se mostraban arrodillados de espaldas a nosotros. En ambos lados de las dos figuras arrodilladas se encontraban el Primer Ministro Hakuya y la duquesa Walter [2] el uno frente al otro. Hakuya se encargaría de acusarlos de los crímenes cometidos, mientras que la duquesa Walter abogaría por la defensa.
En un juicio normal, el fiscal y el abogado discutirían sobre si había delito, pero aquí, los crímenes de la pareja ya habían sido establecidos. Dicho juicio pues, se daría a cabo con el fiscal Hakuya aseverando la sentencia recomendada y a continuación, la defensa, la duquesa Walter, abogaría por una reducción en las penas. Si la defensa fuese aprobada, entonces la pena sería reducida pero en caso de lo contrario, recibirían la sentencia tal como Hakuya había propuesto. No habría súplica en pos de perdonar al sentenciado.
Además, se encontraban catorce nobles sentados el uno al lado del otro en el borde de la mesa, auditando el juicio. Había escuchado que Souma pediría sus opiniones a medida que avanzara el juicio. Había mencionado asimismo, que habían sido elegidos al azar… pero me pregunto si ese es realmente el caso. Los nobles parecían susurrar entre ellos.
(No me sorprendería si hubiera algo en marcha. Este es el juicio que Souma había planificado, al fin y al cabo…)
Había habido casos aquí, en este país, donde el derecho a la sentencia de los juicios había sido tomado por el comité de deliberación, aunque no había muchos casos. No obstante, en estos casos era normal que el Rey censurase esa manera, de forma que hubiera un juicio arbitrario sin margen de objeción alguno. Por lo que un tribunal de primera instancia como este no tenía precedentes en la historia. Más bien, este tribunal de primera instancia con estas características sería el precedente, y por eso, no tenía idea de lo que iba a pasar.
«Nos disponemos a dar comienzo al juicio de Castor y Carla.»
Declaró Souma en voz baja. Hakuya fue el primero en leer los cargos.
«La pareja padre e hija Castor y Carla, a pesar de la autoridad concedida por la corona, rebeláronse contra Su Alteza Real Souma, desoyendo su Consejo Final, y alzáronse en armas [3] contra la Guardia Real. Así pues, sus acciones resultan ser un delito de alta traición y, por lo tanto, sujeto a la sustracción de las tierras, propiedades y pena capital.»
Supongo que debería haber esperado que Hakuya solicitara la pena capital. Era una cuestión de tradición; la alta traición siempre ha sido un crimen castigado con la muerte implicando a la familia de uno hasta la tercera generación de familiares. Por eso, el duque Vargas había hecho caso del consejo de la duquesa Walter, cortando los lazos con sus familiares para afectar a la menor cantidad de personas. Además, al usar los méritos de la duquesa Walter, se había decidido que el lazo de Carla —hermano separado— heredaría el liderazgo familiar con una reducción del territorio de la Ciudad del Castillo del Dragón Carmesí y sus alrededores inmediatos. Sus consejeros serían la madre del niño, la hija de Ecksel, Accella, y el mayordomo de la familia, Tormann.
Después, Ecksel asumió el rol de defensa pidiendo una reducción en las sanciones. Además, había preguntado antes de empezar la defensa como tal ofrecer «su propia cabeza o los derechos de Casa Walter o Ciudad Laguna para perdonar sus dos vidas», pero dicha propuesta había sido rechazada. Tener su cabeza estaba fuera de cuestión, y más aún tomar los territorios de todos los Tres Duques, lo que conduciría a que los otros nobles se pusieran nerviosos de Souma.
«La decisión de Castor Vargas de resistirse contra Su Alteza no la había hecho por querer suplantarlo, sino por la lealtad que tenía en Alberto, el anterior rey. Él no tenía en mente algo parecido como querer usurpar el trono. Obviamente, es evidente que como lord Albert le había cedido formalmente el trono a Su Alteza por voluntad propia, Castor no tenía derecho a resentirse por ello, pero la entrega había sido tan rápida que le había causado confusión, y Carla solo lo había seguido. Afortunadamente, no ha habido víctimas en la población o la Guardia Real durante el ataque a la Ciudad del Castillo del Dragón Carmesí. Por lo que me gustaría apuntar que es muy negociable el hecho de poder perdonarles las vidas.»
La duquesa Walter, buscando una reducción en las penas. Souma solo escuchó en silencio aquello que tenía que decir. Su rostro no parecía tan agónico como lo estaba antes. De hecho, parecía inexpresivo, como si estuviera pensando en algo. Probablemente lo estaba intentando esconder.
Después de haber escuchado al fiscal y a la defensa, Souma abrió la boca.
«Castor. ¿Hay algo que quieras decir?»
«No.» Dijo el Duque Vargas claramente.
«El general del ejército derrotado no tiene derecho a hablar. Tenga mi cabeza si quiere.»
«…Es eso así»
«Sólo una cosa. El que instigó la guerra fui yo. Carla solo siguió mis órdenes. Asumiré toda la culpa. No me importa que se me exhiba o que se haga de mí un espectáculo, por eso, ruego que perdone la vida a Carla.»
«Padre…»
Aunque llevaba las manos atadas, el duque Vargas bajó la cabeza. Rozó el suelo. Ver al orgulloso Castor Vargas actuando así sorprendió incluso a su hija, Carla. Sin embargo, Souma, todavía con cara inexpresiva, suspiró y añadió: «No digas algo tan egoísta».
«Escuché que Carla lideró las tropas de la Fuerza Aérea. No puedo dejar ir una persona con eso en sus espaldas así como así. Deberías haber pensado sobre esto cuando decidiste volar las pancartas de la revuelta.»
«Guh…»
El duque Vargas se mordió la esquina de la boca, pero no dijo nada más. A continuación, Souma se volvió hacia Carla
«Carla. ¿Tienes algo que decir?»
«…No.»
Carla sacudió débilmente la cabeza.
«¿Es esto todo? ¿Estáis seguros de que no tenéis nada más que decir?»
«…Solo una cosa. Me disculpo por no conocer mi lugar. Quien no conoció su lugar fui yo, no el Rey Souma.» Dijo Carla mientras bajaba la cabeza.
Esta vez fue el turno del duque Vargas para abrir los ojos. Carla, quien me había expresado: «tengo miedo de ser tan impotente» mientras abrazaba las rodillas. Probablemente se encontraría en el mismo estado de ánimo que en aquel entonces, ahora.
«¿No pedirás el indulto?»
«No. Juzgadme como queráis.»
«…Ya veo.»
Souma no los miró más. Se volvió hacia los nobles, que se encontraban detrás de ellos, y añadió: «Ahora bien, me gustaría preguntar las opiniones de los caballeros reunidos aquí. Desacertadamente cometieron traición contra la figura del Rey actual, es decir, contra mí. ¿Qué sentencia creéis que sería la apropiado para estos tontos? Por favor, hablad libremente sobre el asunto.»
Souma dijo eso con una mirada que incluso me asustó un poco. En ese momento, sentí que algo andaba mal. La forma en la que lo había dicho era como si no les estuviera dando ninguna vía de escape. Mientras preguntaban por sus opiniones, los amenazaba como diciendo: «Ninguno de ustedes estará defendiendo a los traidores, ¿verdad?»
Al ver a los nobles teniendo eso en cuenta, recordé algunos rumores un tanto oscuros. Noté que eran principalmente las casas que se plantaron en la valla durante la emergencia. ¿Podría Souma estar haciendo un ejemplo de Carla y Castor para que le jurasen lealtad?» En plan, ¿obedece si no quieres terminar como ellos? Sonaría apropiado para un gobernante, pero…
Uno de los nobles se puso de pie y levantó la voz
«¡Su Alteza! ¿Acaso no lo estás haciendo sonar como si sus crímenes ya hubieran sido decididos?»
El que levantó la voz era un joven de pelo rubio. Probablemente tenía más o menos la misma edad que Hulbert, aunque sin esa mirada dura, típica de Hulbert, sino una imagen más como de seriedad.
«¿Quién es?»
«El actual jefe de la Casa Saracena. Piltory Saracena.»
Hakuya respondió la pregunta de Souma. Piltory después añadió: «Entiendo que este es el lugar para discutir la importancia del crimen. Pero si, si Su Alteza lo presionará en beneficio de sus propias intenciones, ¡no tiene sentido esta corte!»
«¡Ja, ja ja ja! ¡Bien dicho, joven lord Saracena!»
Otro noble se levantó. Un hombre con cabello gris peinado hacia atrás, bigote igualmente gris y músculos fuertes a pesar de su avanzada edad. Hakuya entrecerró los ojos y anunció su nombre.
«El actual jefe de la Casa de Javana. ¡Lord Owen Javana!»
«Señor Eminencia Negra. El Duque Vargas desde hace cien años, desde antes de que naciéramos, lleva continuadamente defendiendo este país. Aunque tiene esa crudeza mental, típica de un dragonewt, el corazón que tiene seguramente es el mismo— él quiere seguir protegiendo este país. Para empezar, no giró su espada contra Su Alteza para sus propios fines, sino porque quería que el rey anterior, el gobierno de Lord Albert regresara, creo yo.»
«¿Estás diciendo que no tenemos más remedio que perdonarle ya que somos jóvenes?»
Al ver que Hakuya lo fulmina con la mirada, Owen lo negó con la cabeza añadiendo: «en absoluto.»
«Eso no es lo quiero decir. Simplemente digo que el duque Vargas se encontraba de mal genio porque su Alteza Souma había recibido formalmente el trono. Su crimen tampoco es algo perdonable. Sin embargo, lord Vargas ya ha perdido su estatus, sus títulos, su territorio y su propiedad. Quizás podría ser demasiado tomarle la vida y la de su hija.»
«¿Estás diciendo que tenga clemencia con el traidor?»
«…Como anciano que soy, me parece lamentable. A Vargas aún le quedaban dos o trescientos años más de servicio activo. No creo que haya nadie en este país que pueda comandar la Fuerza Aérea mejor que Lord Vargas.»
«¡Su Alteza! ¿Acaso no dijo que «si tienes talento, tengo uso para ti»? ¿Va a dejar ir a una persona con un talento tan difícil de encontrar así como así? ¡Lord Vargas quien se ha preocupado por el futuro de este país junto con el Rey anterior y ha mostrado sus colmillos contra Su Alteza no es inferior a nosotros, los nobles que no pudimos hacer nada y nos mantuvimos al margen! ¡Sea indulgente con ellos dos, tal como ha dicho lady Walter!»
«…»
Al escuchar a los dos, Souma cerró los ojos por un momento, luego ordenó.
«Deshacedos de estos dos.»
Inmediatamente, los soldados los rodearon y se los llevaron lejos de la plaza. En ese momento, la mirada de Owen quien estaba muy rígido con una cara estupefacta se quedó mirando a los soldados, que se llevaban a los dos nobles mientras uno de estos, Piltory, gritaba desesperadamente «¡Su Alteza, por favor, reconsideradlo!»
Después de que se los llevaran, la plaza cayó en un silencio sepulcral. Nadie se atrevió a respirar o decir una palabra. Souma rompió el ambiente.
«¿Y ahora, la opinión de los demás?»
◇ ◇ ◇
A partir de entonces, todas las opiniones de los nobles resultaron en «muerte para ambos»
«La ley es la ley.»
«Perdonarlos ahora sería un mal ejemplo para los plebeyos.»
«Ningún traidor a Su Alteza debería estar tomando ninguna posición.»
Estaban diciendo cosas como esas, pero era obvio que lo que realmente tenían en mente era algo tipo: «no queremos ganarnos la ira de Souma como esos dos han hecho» No lo entendiendo… Ah, claro, ahora que los nobles permanecían en el lugar, estos temerían a Souma y les resultaría difícil ponerse en contra de él, pero pregunto yo, de entre los doce que se encuentran, y los dos que se han ido, cuáles serían los que aportarían mayor beneficio para Souma…
( …No tengo que vacilar. He decidido creer en Souma )
Me pellizqué sigilosamente el muslo, acabando desesperadamente con el conflicto dentro de mí. Entonces, oí a Souma decir suavemente: «Tengo que hacerlo, ¿verdad?»
«He escuchado todas vuestras opiniones.»
Souma se levantó y levantó su mano derecha, y finalmente la bajó
«Ejecutadlos.»
Al siguiente momento, escuché el sonido siseante de las hojas de las espadas. La sangre bailó en el aire.
Y doce cabezas rodaron.
☾☽☾☽☾☽☾☽☾☽☾☽☾☽☾☽☾☽☾☽
[1][ps2id id=’1b’ target=»/] Véase risa malévola, por favor…
[2][ps2id id=’2b’ target=»/] Duquesa Walter = Ecksel. (Su nombre es Walter Ecksel)
[3][ps2id id=’3b’ target=»/] Los verbos acabados en -se son propios del español antiguo. En español moderno se ponen al principio. Ej: Rebeláronse → Se rebelaron.
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