Negociaciones – E
«¿P-por qué piensas eso?» Preguntó Jeanne mientras recomponía la expresión.
«Lo que diré a continuación no quiero que se anote… quiero decir, que no se haga mención de esto, por favor.»
«Entendido…»
Jeanne miró a los burócratas imperiales los cuales detuvieron lo que estaban haciendo y silenciosamente salieron de la oficina. Por mi parte, también expulsé a mis burócratas reales e hice que Aisha se mantuviera en la puerta esperando cualquier cosa que pudiera molestarnos. Solamente Jeanne, Liscia, Hakuya, Aisha y yo permanecimos en la habitación. Miré a Liscia que junto a mí estaba anotando aquello importante que había surgido en la reunión.
«Liscia, deja de escribir también.»
«Vale…»
Liscia dejó la pluma, por lo que no habrá constancia de lo que suceda ahora. La habitación quedó en silencio, como si el bullicio de antes hubiera sido una mentira. Jeanne se encogió de hombros.
«Santo cielo… Me pregunto qué bomba vas a dejar caer.»
«Lo siento. Lo que diré ahora probablemente sería tachado de discriminatorio. Si se filtrara afuera, podría ocurrir una rebelión».
«Escuchemos entonces…»
«A mi manera de ver las cosas… no soy capaz de distinguir las diferencias entre los animales de este mundo y las criaturas demoníacas.» Dije, eligiendo mis palabras.
«Además, a decir verdad no podría realmente explicar las diferencias entre las razas como los hombres bestia o dragonewts y las razas demoníacas.»
«¿¡Qué!? Pero eso es…»
«Sí, lo sé. Me gritarían alegando: «¡No nos pongas en la misma categoría!»
Anteriormente, cuando no pude distinguir entre Lobos Místicos como Tomoe y los Zorros Místicos como Kaede había comentado: «Bueno, ¿y por qué no llamaros todos “perros místicos” y terminar con eso?» Pero en aquel entonces, Liscia me regañó aclarándome: «Los perros místicos se refieren a los Kobolds, así que asegúrate de nunca decir eso frente a esas personas, ¡vale!» En ese momento, consentí, pensando: “bueno, supongo que así es como funciona”, pero a decir verdad ¿cuál es la diferencia entre los Lobos y Zorros Místicos, y los Kobolds?
«¿Sabes cuál es la diferencia de aspecto entre Lobos Místicos, Zorros Místicos y los Kobolds, Jeanne?»
«Por supuesto. Los Lobos y Zorros Místicos tienen colas, pero sus caras y cuerpos no son inferiores en belleza a la de los humanos. Por otro lado, los Kobolds tienen las caras de perros.»
«Pero hay hombres bestia con caras de animales, ¿verdad?»
Como, por ejemplo, Georg Carmine. Si ese tipo con cara de león apareciera en Japón, lo más probable sería que lo consideraran una criatura demoníaca. Cuando lo mencioné, Jeanne se cruzó de brazos y asintió.
«Bueno, ahora que lo mencionas… M~m… Ah, claro. Los Kobolds tienen cuerpos peludos. Lo que significa que los hombres bestia son humanos con partes de animales, a diferencia de los Kobolds, que son perros que van a dos patas como los humanos, supongo»
«¿Entonces, cómo se diferencian las razas demoníacas con pelaje corto o sin pelaje…? Si así es como funciona tu razonamiento, entonces los orcos y los minotauros con cuerpos humano deberían ser hombres bestia, ¿verdad?»
«Mmmmm…»
Al respoderle, reflexionó, y finalmente levantó ambas manos, «Me rindo»
«Nunca había pensado en lo que hace realmente a la humanidad diferente de los demonios. Pero ahora que lo mencionas, me he dado cuenta de que hemos estado distinguiendo demonios y humanos por sensibilidad.»
«Pues sí… A decir verdad, no puedo encontrar ninguna diferencia reveladora.»
«Me pregunto por qué nunca nos dimos cuenta…»
Liscia y Hakuya también asintieron. En este mundo probablemente todos eran iguales.
«Más bien, podéis decir que las personas de este mundo diferencian a la humanidad y los demonios por sensibilidad, ¿verdad?»
Hablando de sensibilidades japonesas, aunque sí nos encanta la sopa de miso de mariscos, la mayoría de nosotros no queremos mirar las babosas, que el equivalente terrestre sería el marisco. Además, la gente en cuanto veía en estado de shock los aborígenes australianos comer cosas que encontraban en el interior de los árboles, podían comer tranquilamente camarones pelados (y además sin pelar). Es probable que las sensibilidades de la gente de este mundo estuvieran en este punto.
«Bueno, solo había humanos en el mundo en el que estaba. Como vivía en un mundo sin Elfos, Hombres Bestia, Dragonewts o Demonios, no tengo esas sensibilidades. Por eso, en mi opinión, las razas demoníacas son las mismas que cualquier otra raza del lado humano.»
«¡S-Su Alteza…! ¿O-odias a los Elfos Oscuros?» Preguntó Aisha, que estaba de pie frente a la puerta, con los ojos de un perrito abandonado.
«Para nada» Respondí y le dediqué una sonrisa.
«Los elfos de piel oscura son lindos, ¿no? Por supuesto, las bellezas humanas clásicas, también.»
El primer piropo fue para Aisha, mientras que el último para Liscia. «¡¿En serio?!» dijo Aisha con una cara iluminada, a lo que Liscia bruscamente musitó: «sí, sí, claro, gracias», pero para nada insatisfecha, a juzgar por la sonrisa en su rostro. Al ver a las dos, Jeanne sonrió con ironía.
«Eres querido, ¿verdad?»
«Lo tengo demasiado bien…»
Mientras decía eso, Jeanne se apoyó contra el respaldo de su silla.
«Me alegro de que hayas dicho parar la negociación. Si hubiéramos continuado como estábamos, podría haber tenido que matar a nuestros estimados burócratas.»
«Eso es peligroso… ¿Era tan malo?»
«Era tan malo. Si lo que hemos estado hablando aquí se filtrara, no sería solo la reputación del Rey Souma la que disminuiría. En el continente podría alzarse una rebelión. No estoy en lo cierto, ¿lord Hakuya?»
«Tal como dices. Desearía que me lo hubiera mencionado antes.»
Asintió y me lanzó una mirada de reproche. ¿Eh? ¿Tan mal?
«Por favor, escuche su alteza. Si lo que has dicho sobre que «los demonios y hombres bestia son difíciles de diferenciar» se esparciera, países como Amidonia donde había supremacía humana y el elitista Santo Reino de Gerlean lo usarían como material para discriminar a otras razas. Lanzarían dudas sobre si los hombres bestia y los dragones son, después de todo, demonios o coludidos con el enemigo, por lo que podrían tomar medidas drásticas contra ellos en nombre de la justicia.»
El Santo Reino de Gerlean, el país insular al noroeste del continente, eh. Tenía una isla grande y otra pequeña, pero parecía que la pequeña isla y parte de la grande habían sido ocupadas. Todo eran rumores, porque este país es particularmente insular y no podía recogerse mucha información. Los Altos Elfos, que tenían una alta tendencia a tener hijos muy hermosos incluso entre los elfos, despreciaban a otras personas, creyendo que eran el pueblo elegido por Dios, por lo que despreciaban la sangre mestiza. Ese hecho nunca había cambiado incluso ahora después de la invasión de la raza de demonios.
Así que bueno, los países como el Principado de Amidonia y el Santo Reino de Gerlean tomarían esta información como prueba de la superioridad de su raza. De hecho, Amidonia había hecho que su propio país fuera más fácil de gobernar avivando el odio hacia Elfrieden (y culpando a cualquier descuido a las acciones del Reino). Eso solo hacía que hubiera cada vez más, más odio contra las otras razas. Jeanne también estuvo de acuerdo.
«Tal como ha dicho lord Hakuya. Además, este para nada es un asunto público en pos de países multiétnicos como el nuestro o el suyo. Si ese reconocimiento fuera generalizado dentro de nuestros propios países, sería una causa para antagonizar las razas a nivel nacional. Si tuviéramos amenazas de rebeliones internas además de las externas…»
«Lo siento… No lo había reflexionado en profundidad.»
Incliné la cabeza con sinceridad. Ellos dos tenían razón. No se trataba de solo una cuestión de mi propio honor. Tenía que tener un mejor razonamiento a los problemas. Sin embargo, Jeanne negó con la cabeza.
«No nos hubiéramos dado cuenta si no lo hubieras señalado. Es un problema bastante grande, pero es mejor que hubiera surgido de repente sin que nos hubiéramos dado cuenta. Podemos prepararnos ante eso, también.»
«Gracias… Pero aunque hayas dicho eso, no puedo pensar en ninguna contramedida de inmediato.»
«Lo sé. La Declaración de la Humanidad prohíbe el exilio y la persecución contra otras razas, pero solo entre países. Podríamos intervenir contra políticas nacionales discriminatorias (por ejemplo, haciendo de eso una orden de un superior), pero a nivel de la gente del pueblo, solo podríamos ayudar a supervisar tales países.»
Eso no sería efectivo, y tampoco se puede tratar con todos y cada uno de los casos particulares. Solo si se enterrase este tema en la oscuridad, terminaría todo. De todos modos, dado que no teníamos ninguna buena idea en este momento, el Imperio y el Reino debería continuar deliberando sobre esto más adelante.
◇ ◇ ◇
Llamamos a los burócratas que habíamos enviado fuera y continuamos la conferencia hasta bien entrada la noche. Naturalmente, era hora de llenar los estómagos. Como Jeanne era una VIP de otro país, debíamos haber interrumpido las negociaciones para cenar, pero tanto Jeanne como yo sentíamos que sería una pérdida de tiempo, por lo que continuamos conversando esta vez sobre comida; algo que podíamos comer mientras se trabajaba. Por lo que decidí invitar a Jeanne y compañía con un poco de pan el cual estábamos investigando si podíamos popularizarlo en el país o no. La respuesta de Jeanne fue:
«¡Bueno, esto es algo! Si bien parecía no coincidir el poner un alimento básico encima de otro, cuando se hunden los dientes en las dos texturas diferentes se produce una mejor combinación. La acidez de la salsa de tomate también funciona bien. Además, poder comer algo que normalmente tendrías que comer en un plato y un tenedor con una mano, ¡es una idea nueva a la que me quito el sombrero! ¡Magnífico!»
Abiertamente me alabó. Jejeje, ¿estás pensando que es un sándwich? ¡Qué lástima, es un «pan napolitano«! [1][ps2id id=’1a’ target=»/] Bueno, en realidad quería hacer pan yakisoba pero no pude reproducir esa rica salsa sin importar lo que hiciera. Por eso, utilicé la salsa que se hace para la pasta y tomate, que ya existía en este mundo, e hice pan napolitano.
«Había dudado de que estuviera bien su cordura cuando lo vi por primera vez, pero estaba realmente bueno.»
«El pan y la pasta no son algo nuevo, sin embargo, se crea una nueva textura cuando los pones juntos.»
Parece que a Liscia y a Hakuya también les había gustado. Ya habíamos terminado de hacer frente a los problemas alimentarios, por lo que podría ser bueno introducir la cocina de la Tierra, junto con alimentos novedosos como zelring udon. También podíamos adquirir divisas al tener una cultura alimentaria única. De todos modos, quien tomó estos menús únicos, Aisha estaba…
«¡Ñam, ñam, ñam, ñam!»
Estaba de pie detrás de mí como guardia, pero mientras hacía eso, comía con mucha ansia el pan napolitano. De hecho, Aisha, ¿cuántos has comido ya? La montaña que había en el plato se había convertido en un pequeño montículo. Pero lo gracioso de todo esto era que el Elfo Oscuro hambriento parecía estar normal incluso habiendo comido todo lo que se le había puesto.»
«Bueno… Ahora sí, deberíamos comenzar con el asunto de la ocupación de Vannes.»
«……»
Después de tomar un respiro después de comer el pan, Jeanne abordó el tema.
«El Imperio desea mantener la Declaración de la Humanidad y no reconocerá los cambios fronterizos a través de la acción militar. Nos gustaría que Elfrieden devolviera Van y sus alrededores al Principado de Amidonia.»
«El Reino no puede aceptar ese deseo. Fue Amidonia quien atacó primero. Tenemos derecho a eso, ¿no crees?»
«Sin embargo, algunos los verían como los primeros en ser inducidos a hacerlo.»
«Fue una intervención militar bajo todo concepto. No es razonable quejarse cuando el atacante es atacado, ¿no? ¿Está el Imperio bien con esto? Las naciones signatarias y no signatarias tomarían a la ligera la Declaración de la Humanidad si se permitiese el ataque que sufrimos.»
«Eso es verdad. Por eso, el Imperio hará que Amidonia pague las indemnizaciones correspondientes. Pero en lo que respecta al Imperio, creemos que ambas partes tienen la culpa en este asunto.»
Bueno, supongo que tiene razón… Como signatario de la Declaración de la Humanidad, el Imperio tiene que respaldar Amidonia y presionar Elfrieden para la repatriación del territorio. Pero dicho eso, si perdonaran el ataque de Amidonia, invitarían la tiranía por parte de las naciones signatarias y el rechazo de las naciones no signatarias. Por eso, le darían duras sanciones a Amidonia, convirtiéndolas en una advertencia para las naciones signatarias. El Imperio era lo suficientemente poderoso como para hacerlo. Le envié una mirada como para ponerla a prueba.
«Si cumpliéramos…¿escalariais a nivel de intervención militar?»
«Preferiríamos que no… Pero sí, si es necesario. En este momento, el Imperio solo ha traído suficientes ‘números’ para estar a la par con los militares de Elfrieden, pero creemos que tenemos la ‘capacidad’ para aplastarlos a ustedes y a Amidonia juntos.»
«Supongo. También nos gustaría evitar una pelea.»
Apoyé los codos sobre la mesa y crucé las manos sobre mi boca.
«Por lo tanto, primero pongamos en orden lo que se quiere.»
«¿Poner en orden?»
«El Imperio no quiere reconocer el cambio fronterizo, lo que hace que queráis que el Reino devuelva el territorio ocupado. ¿Estoy en lo correcto?»
«Sí… Correcto.»
La general asintió. Habiendo confirmado las intenciones del Imperio, continué.
«En lo que respecta al Reino, nos gustaría aplastar completamente a Amidonia, que continuamente nos ha atacado una y otra vez. También desearíamos que pagaran indemnizaciones por atacarnos. Por lo que tomar Van sería la indemnización.»
«Ya veo… Quieres decir que no tiene que ser Van en particular, ¿verdad? En otras palabras, si bien no devolveréis Van sin cargos, estaríais dispuesto a devolverlo si Amidonia pagara una compensación por ello.»
Como se esperaba, las conversaciones estaban yendo bien. Asentí con la cabeza y Jeanne exhaló un suspiro.
«¿Queréis la cabeza de lord Julio?»
«Si bien nos alegraría que lo hicierais, no tiene ningún valor particular para nosotros»
«Entonces… es dinero después de todo, ¿verdad?»
«Supongo… Si Amidonia pagara las indemnizaciones monetarias, devolveríamos Van. Puedo decir también que el Imperio puede exigir pagos a Amidonia, lo cual debería ser justo, ¿no?»
Mirando a largo plazo, entregar tierras con riquezas bajo suelo por un dinero, que a la larga es temporal, es una desventaja. Sin embargo, considerando que era territorio amidoniano hasta hacía poco y además las relaciones que tenía con el Imperio, no era un trato tan malo. A su vez, el Imperio cumpliría su justa causa de restaurar el territorio a Amidonia, y también les advertiría a las otras naciones signatarias que si hicieran algo como lo que habían hecho los amidonios, devolverían su territorio pero les harían pagar indemnizaciones. Eso también significa ganar la confianza de las naciones no signatarias. Jeanne tomó aliento y dijo.
«Lord Julio se va a oponer…»
«No hay simpatía a los malvados. Ah, hacedlo en monedas de oro imperiales, por favor. Julio parece desesperado por la economía. Seguramente considerará hacer el pago usando monedas de oro inferiores.»
«Quieres involucrar a nuestro país, ¿verdad?»
«Tenéis la responsabilidad gerencial de las acciones de Amidonia esta vez. Al menos podríais asumir esa responsabilidad.»
«No tengo nada que decir a eso…»
Sonrió con ironía y se encogió de hombros. De repente se veía seria.
«Hay algo que quiero preguntarle al rey Souma. ¿Por qué Elfrieden no quiere firmar la Declaración de Humanidad de hermana mayor? Si lo hicierais, el Imperio y el Reino no habrían estado en desacuerdo sobre este asunto…»
Jeanne le lanzó una mirada a Liscia.
«Siento decir esto delante de la princesa Liscia, pero la razón por la cual el Rey Alberto anterior no firmó la Declaración de la Humanidad… Bueno, de alguna manera puedo entender la razón. Eso es porque… la razón por la que no firmó…»
«Porque no podía decidirse si quería o no firmarla. Estaba indeciso.»
A Jeanne le pareció difícil decirlo, por lo que Liscia lo dijo claramente en su lugar. Jeanne pareció un poco arrepentida cuando afirmó: «eso es correcto».
«Sin embargo, creo que el Rey Souma entiende la amenaza que representa el Ejército Rey Demonio, y lo importante que es para la humanidad unirse. Sin embargo, ¿por qué no participas en la Declaración de la Humanidad de hermana mayor?
Inquirió eso mientras me miraba directamente. Bueno, esto es incómodo. No quería decirle el motivo todavía. Pero si mentía y decía que lo había decidido sin la debida consideración, las relaciones con el Imperio se agriarían. Lo pensé por un momento y lentamente comencé a contarlo.
«Bueno, existe una vieja historia en mi mundo. Érase una vez, estaban los dos dioses de Oriente y Occidente…»
◇ ◇ ◇
El dios de oriente dijo así:
«El mundo será igual. Por lo tanto, oh humanidad, todos vosotros cultivaréis juntos los campos, y todos tomaréis parte en sus bondades.»
Por otro lado, el dios de occidente dijo así:
«El mundo debe ser libre. Por lo tanto, oh humanidad, cada uno labrará su propio campo, por lo que cada uno participará de sus bondades en la medida que haya trabajado.»
El dios de oriente le dijo al dios de occidente:
«Tu enseñanza hará que aquellos que hayan prosperado sean aún más prósperos, y los empobrecidos aún más empobrecidos. El mundo estará envuelto en la lucha entre los ricos y los pobres.»
El dios de occidente le dijo al dios de oriente:
«Si el hombre obtuviera las mismas recompensas sin importar lo duro que trabajara, se le privaría de razón para trabajar. Por eso, los frutos de sus trabajos también disminuirían, y toda la sociedad será pobre.»
Y así los dioses de oriente y occidente se oponían entre sí. La lucha entre los dioses barrió los países que creían en ellos. Tenemos razón y ellos están equivocados. Los países del este y el oeste se miraban furiosos. Pero los que estaban preocupados eran los países de la frontera.
Una vez que los países que creen en cada uno de los dioses comenzasen a luchar, seremos los primeros en sufrir. Nuestros hogares y campos caerán en la ruina. Por eso, ¿qué debemos hacer? Pensó la gente que vivía en los países fronterizos. Y se les ocurrió una idea.
«Está bien. Aunque sea cierto que no hay nada que podamos hacer para que ellos dejen de oponerse, colocaremos reglas para evitar una pelea.»
Por eso, las personas de los países cercanos a las fronteras, junto con muchos de los países del este y el oeste, elaboraron varias reglas.
«Primero, rechazar los cambios fronterizos a través de acciones militares»
«Segundo, hacer que cada país tenga los mismos derechos y la capacidad autodeterminación de sus pueblos»
«Tercero, fomentar un buen intercambio cultural con los países del este y el oeste.»
◇ ◇ ◇
«¿¡Qué historia es esa!?»
Después de haber dicho eso, Jeanne alzó la voz. Me había empezado a mirar con recelo cuando de repente le había comenzado a contar un cuento de hadas, pero a medida que avanzaba la historia, sus ojos se abrían más y más. Había estado compuesta hasta ese momento, pero después de llegar hasta tan lejos en la historia, parecía haber perdido la compostura. Liscia y Hakuya también tenían la misma expresión en sus caras —aunque Aisha tenía una mirada tonta, sin entender lo que estaba pasando—. Jeanne golpeó la mesa con fuerza.
«¡Da igual la historia, pero las reglas son las mismas que la Declaración de la Humanidad! ¿¡Cómo termina!?»
Jeanne quería que fuera al grano, pero silenciosamente sacudí la cabeza.
«Lo que pasó después… todavía no puedo decirlo ahora.»
«¡Rey Souma!»
«Sé, sin embargo, cómo termina la historia.»
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