
Poesía


Un horizonte del innombrable
Yo, señoritas, señoritos, -horror y error, vulgo- soy escriba sedentario que cabalga sobre la montura de sus nervios: jaco matalón de frágiles remos y traqueteada osamenta. (Y a veces indagar pretendo quién me dio vela en este panderetero entierro) Miro en derredor, preguntas balbuceo, desmigajo sueños, me yergo y aúpo al carrusel del tiempo, que me consume en vértigos. Sé demasiado ya o no sé nadica todavía. ¿Es que me ofrece, EL, Innombrable...
En un figón del reino nuevo, mientras los humos curan la matanza
¡Ea, Yañez, venga otra jarra del áspero! Esos leoneses son unos retrógrados. Mucho atraso es el que se traen ellos y sus compadres de Toledo. Ni que estuviéramos en el siglo VIII y no en el X ahorcan o condenan porque sí, en plan visigótico. Y aquí -¡a ver si lo aprenden!- no se juzga con los viejos libracos ya sino tan como lo entendemos por las costumbres nuestras: sin que tenga que estar escrito. También hablamos con mayor viveza y más...Página 1 de 1